Alrededores de Rossell
La tradición popular dice que la semana de enero que incluye el 15, 16 y 17 es de las más frías del año y el imaginario popular la ha bautizado como «la semana de los barbudos». Pero a veces la tradición alarga esta semana e incluye más días presididos por santos que, evidentemente, llevan barba. Uno es el caso del 21 de enero: san Fructuoso. Este año la tradición se ha cumplido por completo porque hemos pasado una mañana de bastante frío. Íbamos preparados, no hace falta decirlo, pero se puede decir que no nos hemos desembarazado de guantes, gorras y bufandas hasta la hora de comer.
Hoy hemos tenido la suerte de ir guiados por Xavi Grau, de Rossell, y miembro del club excursionista el Esquetxe de Rossell. Pasábamos pocos minutos de las 8.30h cuando hemos salido del pueblo por la carretera de Vinaròs, hemos pasado junto a la plaza de toros y hemos ido haciendo camino por senderos y caminos rodeados de olivos pinos y carrasca. Hemos bordeado la masía de Les Campanes y la masía de Les Comes y poco después hemos llegado a la fuente De l’Argent, donde hemos parado a desayunar. No hemos estado mucho rato: el frío nos lo impedía. Hemos ido ganando altura y esto nos ha permitido gozar de unas vistas excelentes, primero hacia el mar y la sierra del Montsià y después hacia el Buscarró, la sierra que separa el término de Rossell de las poblaciones de Bel y Vallibona. De hecho el guía nos ha explicado que Bel y Les casas del río (por donde hemos pasado con el coche después de cruzar el Sénia para llegar a Rossell) son dos pedanías de Rossell.
El punto más alto de nuestro recorrido (unos 500m) lo hemos conseguido al haber pasado el ufano bosque de la Rabosa. Según Xavi estábamos a la misma altura que el pueblo de Rossell. Nos hemos parado un momento para vislumbrar la masía del Coll en la vertiente del Buscarró. El paisaje era cada vez más atractivo y gratificante. Ahora tocaba subirnos por la falda de la montaña para acercarnos a las masías. Primero nos hemos acercado a la masía Nou y después un poco más arriba y después de pasar por una fuente, a la masía de Macià. Ambos merecía la pena la visita. La vista del Montsià desde la masía de Masià ha sido un descubrimiento.
Por lo general la excursión no tenía ninguna dificultad. Hemos hecho alguna subida, pero sin dificultad y cuando volvíamos de las masías para ir a parar al pueblo hemos tenido que hacer una bajada considerable, pero nada fuera de nuestro alcance. Hemos caminado unos 12 km durante una mañana de frío pero con un cielo despejado y un sol un poco miedoso. Hemos regresado al pueblo, que no hemos dejado de ver en casi toda la caminata. Salía, ahora por un lado ahora por otro, cómo recordarnos con la iglesia y su campanario en lo alto que girábamos a su alrededor.